Estaba sentada en el metro de Barcelona, enfrente una niña de unos 10 años con su madre, se miraban y hablaban alegremente. Se comunicaban de forma fluida y amorosa. La niña llevaba unas coletas altas de color avellana y la madre era robusta y con una de esas frentes abombadas. Parecía por lo que hablaban, que la madre salía de trabajar y se arreglaba para llevar a su hija a casa de una amiga. Le estaba enseñando unos pendientes que llevaba en el bolso mientras se los ponía y le mostraba que le gustaban. Se cepilló el pelo cortito hacia atrás y se puso rímel sin mirarse al espejo. La niña se mostraba muy alegre y no paraba de contarle cosas. El vínculo afectivo entre las dos era muy bello. Yo estaba sentada observando y disfrutando de la belleza de esa relación mágica.
La madre le dijo: -Como me es complicado llegar hasta la casa de tu amiga, cuando te deje en su casa, me iré a comer algo por el barrio y luego te recogeré. La niña le sonrío con un vale. La madre después de trabajar, en lugar de ir a su casa a descansar tranquila se fue a llevar a su hija a la otra punta de Barcelona a casa de una amiga. Se quedó por ahí comiendo, contenta y feliz de que su hija disfrutara con su amiga.
Esa niña tendrá muchas oportunidades en la vida. Seguro que se siente, amada, escuchada y reconocida.
Gracias mamá, estás ayudando a formar una gran persona bondadosa, alegre y empática.