Siempre me han maravillado las mariposas, su belleza y su delicadeza y sobre todo su poder de transformación. No soy la única. Sé que estos preciosos seres son del agrado de muchos y simbología de metamorfosis.
Pasé mi juventud como una oruga, hambrienta, devorándolo todo y no teniendo mucha consciencia de las cosas. Eso si, con unas ansias enormes de aprender y de dar y recibir amor. Cuando las cosas no me salían bien, que solían ser problemas de amores, buscaba a alguien de confianza para que escuchara mis lamentaciones y me sumergía muy cómodamente en el papel de víctima. Estaba dentro de una caja y en una perspectiva muy limitada.
Después de casada y con dos niños muy pequeños fui consciente de que sólo tenía una vida y que yo podía decidir como quería vivirla. Quería convertirme en una preciosa mariposa. Conseguí salir de la caja y me pregunté quién era yo y quién quería ser. A partir de ahí me dediqué a lo que me apasionaba, a componer canciones. Y aprendía que yo era la única responsable de mi vida. Así empecé un crecimiento personal y profesional muy potente. Había conseguido hacer un orificio en el capullo e intentaba salir. A veces me sentía como una crisálida, estaba transformándome. Incluso en una de las letras de mis canciones decía “…Saldrás de una crisálida echarás a volar tus ojos brillarán con luz muy especial…”
Seguidamente me introduje en el mundo del Coaching. Gracias al gran crecimiento personal en el que nos vemos inmersos los que pasamos por ese proceso, salí de esa crisálida, y aprendí a ser más auténtica, a perder los miedos, y a encontrar mi camino. A veces me siento tan bien que floto y me siento plena. Otras ves me vuelvo a convertir en oruga, sobre todo, cuando mi ego se hace fuerte y parlotea y no puedo sentir mi ser más esencial. Ahora soy consciente de ello y lo observo y vuelvo a ser mariposa. Todavía no puedo volar pero cuando muevo mis alas limpio el aire.