Suelo utilizar la metáfora del carruaje para explicar qué es la fuerza interior. “Tenemos un carruaje con un caballo. El caballo son las emociones, el cochero es la mente, el carruaje es el cuerpo físico y el pasajero es el alma.
Si el camino a recorrer es el de la vida, ¿quién decide hacia dónde se va?” Si has pensado que es el caballo, lo siento pero no es la respuesta correcta. El caballo, que representa las emociones, tira del carro porque es el responsable del movimiento: la palabra “emoción” viene del latín emotĭo, que significa «movimiento o impulso», «aquello que te mueve hacia». Y si las emociones no se gestionan correctamente, un impulso de rabia por ejemplo podría acabar lanzándonos hacia la cuneta. Si, por el contrario, hemos decidido no emocionarnos, el caballo escogería no moverse y el carruaje no avanzaría lo cual equivaldría a estar “parado” en la vida. ¡Probemos con el cochero! Si has pensado que es el cochero quien dirige, observa que nuestra mente, aún siendo prodigiosa, también alberga nuestros miedos. Si las decisiones las toma la mente es probable que nos cueste salir de la zona de confort, lo cual implicaría perdernos muchas oportunidades. La mente es muy sensata y no suele arriesgar, llevándonos por caminos muy fáciles y poco resonantes: la persona podría estar renunciando a una vida plena El carruaje, por su parte, ha de estar bien cuidado. Si no, no llegaremos demasiado lejos. Hace falta estar en un estado de forma correcto y llevar una vida sana para liderar proyectos interesantes que posiblemente requieran un esfuerzo físico y psíquico.
A estas alturas ya habrás deducido que quien lidera es el alma, la esencia de la persona. Sí, el alma le dice al cochero dónde quiere ir, y éste gestiona las emociones. ¿Qué entendemos por “alma”? En el alma se hallan los valores que nos van a hacer tomar decisiones alineadas con nuestro ser. En el alma están nuestros talentos, esos talentos que van a hacer que tengamos en una ocupación con sentido y desde ahí nos desarrollemos como seres humanos.