La adolescencia es una etapa de esplendor y de descubrimiento con importantes cambios físicos y psíquicos. Y es una creencia limitante pensar que la adolescencia es una época problemática. Por el contrario, el poder vivir de cerca los procesos de cambio de nuestros hijos es apasionante.
El sólo hecho de tener esta creencia ya nos limita a la hora de educar a nuestros hijos. En este artículo ofrezco siete pautas para comunicarse con el adolescente y conseguir una relación sólida de confianza. De la calidad de esta comunicación dependerá la confianza, el respeto y la autonomía del adolescente.
1. La calidad de la escucha. Si queremos que se sienta escuchado y atendido, tenemos que centrar nuestra atención sólo en él. Incluso ir más allá e intentar escuchar sus sentimientos. También podemos decir en alto lo que estamos observando sobre lo que está sintiendo el adolescente y ayudarle a reconocer cuales son sus emociones.
2. Hablar sin evaluar, juzgar, ni presuponer. Si cuando hablamos a nuestro hijo adolescente emitimos juicios o le culpamos, acabará por no escucharnos. Por ello no debemos utilizar frases como “Eres un mentiroso” sino “Eso que has dicho no es verdad ”. No utilizar el verbo ser cuando les riñamos, ya que hay algo innato e inamovible en el verbo ser. Tampoco presuponer o anticipar suspensos, ni conductas o resultados que no se han dado. Si nuestra forma de comunicar tiene tonos acusativos, nuestro hijo se cerrará en si mismo y la comunicación será inexistente y nos preocuparemos por cualquier cosa.
3. No hacer comparaciones entre hermanos y no etiquetar a los hijos. Cada hijo es único y es un tesoro en si mismo. Cada uno tiene sus cualidades, fortalezas y talentos. Si hacemos comparaciones, nuestro hijos se sentirán culpables por ser peores que su hermano/a y no se sentirán queridos ni valorados. Tampoco hay que poner etiquetas a los hijos. Es muy común etiquetar a los hijos. Uno es el guapo, el otro el inteligente, el otro el rebelde. O en el peor de los casos uno tiene todas las virtudes mientras que el otro todos los defectos. Todo esto hace que se instale un sentimiento negativo en el adolescente.
4. No valorar sólo las calificaciones escolares. ¡Es un error muy común! Si sólo valoramos las notas que sacan en los estudios, y son niños seguramente con más talento en otras áreas, la autoestima bajará a bajo cero y como no verán otro camino se cerrarán en si mismos y se aislarán. Hoy en día se sabe que hay diferentes tipos de inteligencia, no sólo la cognitiva matemática lingüística, que es la que es útil para sacar buenas calificaciones escolares. En mis sesiones veo niños con mucho talento pero por no sacar buenas notas se sienten muy desmotivados ante la vida, se esconden y se aíslan del mundo y cuesta mucho sacarlos de ahí para que se integren y lleven una vida normal. Si les valoramos y reconocemos todo lo que hacen bien se sentirán más motivados para estudiar que si sólo nos centramos en las notas. Otro error muy común es no felicitar a los hijos si sacan buenas notas, porque se supone que es su obligación. A partir del aprobado, recomiendo felicitar por las notas y decirle: ¡sigue así! ¡Muy bien! Y además podrías mejorar en…
5. Responsabilidad, autonomía y capacidad de decisión. Haz que el adolescente sienta que su vida depende de él, que tiene ese poder y que nosotros estamos para guiarle, pero que el camino lo tiene que andar él. Debemos darle responsabilidades apropiadas para su edad e ir las aumentando paulatinamente. También es muy importante dejarle un espacio de libertad para que aprenda a tomar decisiones desde pequeño. Hay muchas pequeñas cosas que pueden decidir ellos: Actividades extra-escolares, ropa, amigos…Si decimos a un adolescente “esto se hace así porque lo digo yo” le estamos tratando como a un niño pequeño y no le estamos fomentando su autonomía.
6. Reconocer sus logros, ya que es la forma de saber por donde tienen que ir. Hay que focalizarse en lo positivo y no en lo negativo. Debemos reconocer las fortalezas o talentos naturales y cualquier cosa que aprendan o hagan bien. Es el espejo donde ellos se miran para saber si van por buen camino. El reconocimiento se da desde el corazón pero describiendo lo que se ve o siente, no decir sólo que bien lo has hecho, sino describirlo. Por ejemplo: “Organizas muy bien tu tiempo con los exámenes y veo que te concentras muy bien cuando estudias”.
7. Pedir perdón si nos hemos equivocado. Los padres no somos superiores a nuestros hijos. Y nos equivocamos muchas veces. Por eso es necesario darle la razón a nuestro hijo, si la tiene, y pedir perdón si nos hemos equivocado. Estamos aprendiendo juntos y aunque los padres tenemos más experiencia, también nos equivocamos. La autoridad por que si puede desembocar en sumisión o en rebeldía. Hay que educar desde el amor.
La adolescencia no tiene que ser una etapa problemática. Un adolescente feliz está satisfecho con su vida, explorando y aprendiendo continuamente de todo. Sabe que su vida depende de él y estudia para hacerse un futuro a su medida. Tiene sus amigos con los que se divierte y la familia donde encuentra apoyo, paz y en dónde se le reconoce para desarrollarse y expandirse.