Nuestros miedos han ido cambiado a lo largo de la historia, ahora ya no tenemos que preocuparnos por la comida, ropa o refugio nocturno, tenemos otros tipos de miedos producto de nuestras mentes pensantes que tienden a protegernos. Nos defendemos continuamente de nuestras inseguridades. Nuestra principal lucha son nuestro miedos internos y hábitos destructivos.
Cada vez que criticamos a los demás, nos auto-criticamos, o nos sentimos decepcionados, sentimos la necesidad de refugiamos en un escudo protector psicológico. Al final estamos tan protegidos para que no nos hagan daño que tenemos el corazón cerrado, bloqueando la energía y cerrando nuestros centros energéticos.
Vivir así nos limita la capacidad de sentir alegría, entusiasmo y pasión vital.
Por eso, tenemos que dejar de lado esa tendencia a protegernos y cerrarnos. Hay que hacer un ejercicio continuo de soltar y no entrar en bucles neuróticos de «miles de porqués» o de críticas a los demás o a nosotros mismos.
Este ejercicio se basa en respirar, soltar aire y decirse a uno mismo, «no voy a entrar ahí, voy a seguir con el corazón abierto y recibir todo lo bueno de la vida». Así nos enfocamos en lo que de verdad importa. Y así viviremos con el corazón abierto para sentir el latir del Universo.