Saber leer lo que sentimos y lo que sienten los demás nos dan la capacidad de transformar la emoción en acciones productivas para optimizar nuestra vida.
“Dentro de dos hora voy a impartir un curso, y claro: estoy nerviosa, bueno… nos son nervios… siento una mezcla de ilusión e incomodidad. Mi aparato digestivo está un poco revuelto, se ha generado como una alarma que recorre todo mi cuerpo diciendo: atención, atención. Tienes que concentrar y hacerlo bien.”
En este fragmento podemos ver claramente que la emoción que se evidencia es ansiedad o miedo escénico. El ser humano tiene la capacidad de adelantar acontecimientos y generar estos estados de entusiasmo e inquietud como en este caso, para ayudar a estar más concentrados cuando la situación lo requiere.
Las emociones son un hecho probado científicamente y pueden potenciarnos o limitarnos. Las básicas son: El miedo, la tristeza, la alegría/placer, la rabia y el afecto. Cada una tiene su función y todas son importantes. Nadie duda ya de la importancia que tienen las emociones en la capacidad de adaptación y en los procesos de aprendizaje. Por eso, las nuevas tendencias en educación apuestan por la enseñanza experimental y personalizada. Sin embargo, no siempre ha sido así, dar importancia a las emociones es algo nuevo: Hace pocos años, emocionarse no estaba bien visto.
Ahora, en un mundo donde el conocimiento está en una nube y al alcance de todo el mundo, dónde sólo hay que hacer un clic para acceder a él, tipos inteligencias como la emocional, la social o la espiritual son cada más necesarias para tener éxito en la vida.
Las emociones no se deberían negar, ni controlar, ni manipular. Son guías que nos avisan continuamente de situaciones que debemos atender. Cada emoción requiere un acción. Son como alarmas que nos avisan de necesidades no satisfechas. Nos ayudan a adaptarnos a las circunstancias y a cambiar las circunstancias.
Cuando nos embarga una emoción no podemos evitarla, sin embargo, si les damos la bienvenida, les ponemos nombre e intentamos averiguar que hacen de positivo por nosotros, tendremos la capacidad de gestionarla y la responsabilidad de elegir la forma más conveniente para que se transforme en una acción productiva. Si nos abrimos a las emociones seremos más listos y viviremos más apasionadamente.
Práctica sobre cómo gestionar una emoción
1. Escucha tu cuerpo. Localiza la emoción en el cuerpo.
2. Dale la bienvenida y deja que recorra tu cuerpo mientras haces respiraciones profundas.
3. Pregúntate que estás sintiendo.
4. Ponle nombre a la emoción o sentimiento.
5. Identifica tu sentimiento básico.
6. ¿Qué está tratando de decirte esa emoción?
7. ¿Qué necesitas?
8. ¿Qué vas a hacer con eso?
9. Localiza algún otro sentimiento de amor, bondad, compasión…
10. Piensa como podrías transformar esa emoción en una acción productiva.